Probablemente, todos quisiéramos el poder de controlar lo que sucede a nuestro alrededor: desde el clima, por ejemplo, optar siempre por días soleados; poder evitar largas filas en los bancos o en el supermercado; controlar el tráfico para no tener que pasar largas horas en embotellamientos; evitar contraer alguna enfermedad… Como aquella película de hace algunos años donde Jim Carrey se volvía Todopoderoso. Lamentablemente, esto es sólo fantasía y en nuestro entorno constantemente suceden cosas que escapan de nuestro control y nos afectan.
Nadie está exento de los accidentes, éstos son sucesos no planeados, inesperados y azarosos que por lo general provocan un daño, en ocasiones menor, pero también en muchos casos de gravedad considerable. Hay diferentes tipos de accidentes, por lo general se catalogan según el lugar donde suceden. En casa, los accidentes más comunes son los golpes, caídas o atragantamientos. En la calle, los factores que pueden conducir a un accidente crecen exponencialmente, lo mismo sucede en escuelas o áreas de trabajo.
En las zonas de trabajo, entre los accidentes más recurrentes están también los golpes o caídas, en particular si trabajamos en alguna empresa que requiera subir o realizar labores con escaleras. En fábricas donde hay presencia de agua, pueden darse resbalones al caminar si no hay señalamientos adecuados. En las oficinas también suceden accidentes, no por ser zonas más tranquilas están libres de alguna falla en el sistema eléctrico o alguna cortadura inesperada. Los trabajos que exigen salir y realizar labores de campo, por citar algunos: los sectores de la construcción, agrario o varias de las labores de servicio, incrementan los riesgos de sufrir algún accidente.
Hay dos tipos de causas que pueden provocar un accidente: las inmediatas y las básicas. Para explicarlo de manera sencilla, digamos que las inmediatas son las razones por las cuáles se da el accidente: un empleado se golpea la cabeza por no usar el casco. La causa básica sería, ¿por qué ese empleado no traía casco? Quizá porque no está en buen estado o porque ni siquiera cuenta con uno.
Como explicábamos en un principio, no podemos controlar todo lo que sucede en nuestras fábricas o con nuestro equipo de trabajo, por ello para las compañías privadas resulta de suma importancia contar con un seguro de responsabilidad empresarial. ¿Qué implica este tipo de seguros? Que no sólo estamos protegiendo a nuestros trabajadores de lo que puede llegar a acontecer durante su jornada laboral, sino que también protegemos todos los factores externos, las causas básicas e inmediatas, que pueden provocar un daño a otras personas. La responsabilidad civil empresarial es la conciencia de que podemos afectar a alguien más y nos preocupamos para que en estos casos exista la posibilidad de reparar el daño. Algunas compañías piensan que con proteger a sus empleados es más que suficiente, en varios casos puede funcionar así; para otras empresas es de suma relevancia considerar que todo lo que hacemos afecta a los otros y no tenemos el poder de controlar nuestras acciones y las de nuestro personal. En estos casos, contar con este tipo de seguros nos dará la tranquilidad ante cualquier accidente inesperado.
Nadie está exento de los accidentes, éstos son sucesos no planeados, inesperados y azarosos que por lo general provocan un daño, en ocasiones menor, pero también en muchos casos de gravedad considerable. Hay diferentes tipos de accidentes, por lo general se catalogan según el lugar donde suceden. En casa, los accidentes más comunes son los golpes, caídas o atragantamientos. En la calle, los factores que pueden conducir a un accidente crecen exponencialmente, lo mismo sucede en escuelas o áreas de trabajo.
En las zonas de trabajo, entre los accidentes más recurrentes están también los golpes o caídas, en particular si trabajamos en alguna empresa que requiera subir o realizar labores con escaleras. En fábricas donde hay presencia de agua, pueden darse resbalones al caminar si no hay señalamientos adecuados. En las oficinas también suceden accidentes, no por ser zonas más tranquilas están libres de alguna falla en el sistema eléctrico o alguna cortadura inesperada. Los trabajos que exigen salir y realizar labores de campo, por citar algunos: los sectores de la construcción, agrario o varias de las labores de servicio, incrementan los riesgos de sufrir algún accidente.
Hay dos tipos de causas que pueden provocar un accidente: las inmediatas y las básicas. Para explicarlo de manera sencilla, digamos que las inmediatas son las razones por las cuáles se da el accidente: un empleado se golpea la cabeza por no usar el casco. La causa básica sería, ¿por qué ese empleado no traía casco? Quizá porque no está en buen estado o porque ni siquiera cuenta con uno.
Como explicábamos en un principio, no podemos controlar todo lo que sucede en nuestras fábricas o con nuestro equipo de trabajo, por ello para las compañías privadas resulta de suma importancia contar con un seguro de responsabilidad empresarial. ¿Qué implica este tipo de seguros? Que no sólo estamos protegiendo a nuestros trabajadores de lo que puede llegar a acontecer durante su jornada laboral, sino que también protegemos todos los factores externos, las causas básicas e inmediatas, que pueden provocar un daño a otras personas. La responsabilidad civil empresarial es la conciencia de que podemos afectar a alguien más y nos preocupamos para que en estos casos exista la posibilidad de reparar el daño. Algunas compañías piensan que con proteger a sus empleados es más que suficiente, en varios casos puede funcionar así; para otras empresas es de suma relevancia considerar que todo lo que hacemos afecta a los otros y no tenemos el poder de controlar nuestras acciones y las de nuestro personal. En estos casos, contar con este tipo de seguros nos dará la tranquilidad ante cualquier accidente inesperado.